Monday, May 25, 2015

Silencio

La soledad me inspira. El silencio y la naturaleza me inspiran. Los pájaros cantando, el sonido de los árboles. Todo esto para mí es el cielo, mi utopía. Es mi espacio ideal de trabajo, de crear, de pensar, meditar, estar en contacto con la energía natural del mundo. Pero, hoy día casi todos pecan de algo muy terrible y agotador llamado ruido. Es la cultura que me ha tocado vivir. Nadie parece comprender que el silencio es esencial para todo y todos, especialmente para algunas personas cuya creatividad y cordura dependen de este. Para unos el silencio les causa ansiedad, para otros, lo contario. A veces, el ruido me afecta de una forma que perecería irreparable. Me llena de desespero. Soy feliz cuando son las 7pm y salgo de trabajo. Voy a mi carro. No prendo el radio. Y llego en paz a mi casa. Los fines de semana no acepto invitaciones, salvo las familiares (y cuidado). Siempre prefiero quedarme en mi hogar leyendo, escribiendo o trabajando. Es rara la vez que pongo música. Para mí el viento y los árboles que rodean mi apartamento son un tesoro. Gracias al universo mis vecinos tampoco hacen ruido. Actualmente vivo feliz por eso. En general creo hoy día la gente tiene una obsesión en querer estar conectada, ya sea en persona o en las redes sociales. La gente me invita a salir, digo no. La gente me ve sola almorzando y me invita a su mesa, digo no. No, gracias. Realmente estoy bien estando sola. ¿Qué gano yo compartiendo con estas personas? Casi nada. Lamentablemente. A parte de la obsesión que tienen por verse, juntarse y hablarse, lo único que hacen es hablar de "yo", "yo" y "yo" como si el universo girara alrededor de ellos. La gente ya no se interesa en el otro, sino en sí mismos.
I think one of the faults of young people today is that they try to come together around events that are noisy, almost aggressive at times. This desire to be together in order to not feel alone is an unfortunate symptom, in my opinion. Every person needs to learn from childhood how to be spend time with oneself. That doesn’t mean he should be lonely, but that he shouldn’t grow bored with himself because people who grow bored in their own company seem to me in danger, from a self-esteem point of view. Andrei Tarkovsky
La gente, como dice Tarkovsky, se alimenta del ruido y del vacío. Nadie logra sentirse cómodo en su propio silencio, en la lejanía. El problema es que existe un estigma sobre la soledad, los callados, el silencio. No está bien visto ante la sociedad. Por eso, escoger estar solo y sentirse cómodo con su propio silencio es casi un acto de rebeldía y valentía.
The choice of solitude, of active aloneness, has relevance not only to romance but to all human bonds — even Emerson, perhaps the most eloquent champion of friendship in the English language, lived a significant portion of his life in active solitude, the very state that enabled him to produce his enduring essays and journals. And yet that choice is one our culture treats with equal parts apprehension and contempt, particularly in our age of fetishistic connectivity. Hemingway’s famous assertion that solitude is essential for creative work is perhaps so oft-cited precisely because it is so radical and unnerving in its proposition. Maria Popova.
Para mí la soledad es todo. Yo me nutro del silencio y de la naturaleza. No es que nunca salga ni hable con gente, siempre lo hago. Mi rutina me obliga, y está bien. Por eso me es tan fascinante la soledad, porque me permite conocer otro lado de mí, y de la gente. Me siento igual que Sara Maitland quien describe su experiencia en su libro "How To Be Alone" así:
I got fascinated by silence; by what happens to the human spirit, to identity and personality when the talking stops, when you press the off button, when you venture out into that enormous emptiness. I was interested in silence as a lost cultural phenomenon, as a thing of beauty and as a space that had been explored and used over and over again by different individuals, for different reasons and with wildly differing results. I began to use my own life as a sort of laboratory to test some ideas and to find out what it felt like. Almost to my surprise, I found I loved silence. It suited me. I got greedy for more. In my hunt for more silence, I found this valley and built a house here, on the ruins of an old shepherd’s cottage.
Por eso hoy y todos los días, doy gracias por tener estos ratitos de silencio, porque sin ellos la musa no llegaría tranquila o llegaría del todo.

Sunday, May 17, 2015

Pasajeros de tren

El tren es una estadía ambulatoria que promete historias para recordar. El entrar y salir de los pasajeros trae consigo un nuevo olor, una nueva vestimenta, un nuevo semblante. Casi todos los viajeros van acompañados por el silencio. Eso era lo más que me gustaba de viajar en tren, además de que me hacía sentir tranquila: todos andaban preocupados por sí mismos; nadie te preguntaba ni cuestionaba nada...

(no como aquí en Puerto Rico o como los americanos, que todo lo quieren contar y todo lo quieren saber, todos con voz de micrófono en público. Para mí es una verguenza y una falta de respesto al espacio personal de gente como yo que, entre menos dice, mejor. No entiendo por qué se le antoja a la gente entrevistar a uno en una fila de un banco o en la sala de un doctor).

Bueno, dejando a un lado esta disgresión, continúo...

El que la gente respetara mi espacio en los trenes me permitía observar los alrededores verdes, planos y montañosos que rápidamente escapaban por las ventanas. Me permitía observar a la gente, ver qué libros leían, ver cómo ordenaban café o dulces, ver cómo regañaban a sus hijos, y cruzar miradas con estos sin decir nada.

Tomar un tren siempre me subía la adrenalina. Todo era cuestión de: saber el número de vuelo de tren, llegar a la estación y mirar las pantallas gigantescas que decían los números de las vías de dónde partirían los trenes. Esto era lo más interesante porque ese número de partida siempre aparecía de 10 a 15 minutos antes de que el tren se fuera. Cuando el número o letra de la vía por fin aparecía, todos los pasajeros caminábamos rápido o corríamos hacia nuestro destino. La segunda parte de la adrenalina era estar pendiente al número de vagón y número de asiento correspondiente. Por suerte, nunca tuve problemas. Una vez encontraba mi asiento, me fijaba en todo los movimientos de las personas.

En dos ocasiones, y quisiera recordar las paradas exactas, vi a enamorados despedirse. Allá el amor se expresa abiertamente y eso también me encantaba (no es como acá en Puerto Rico, donde hay tabú y la gente está reprimida o le gusta juzgar a los demás). Yo observaba cómo las parejas se amaban, abrazaban, hablaban y se besaban. En amabas ocasiones era la chica quien partía para un destino. Cuando ya era hora de abordar, ambas chicas (y enfatizo que fue en ocasiones y paradas distintas) se montaban en el tren sin sentarse inmediatamente porque se quedaban mirando por la ventana a sus amados quienes naturalmente les seguían hablando por señas, tirando besos y diciendo "chiamami". El tren comenzaba su camino y los enamorados también. Era, aunque suene ridículo, como en las películas. Para mí era algo nuevo y especial. Era especial poder apreciar a los chicos enamorados correr tras el tren diciendo adiós hasta que la velocidad les ganaba...


Quisiera que aquí hubieran trenes como esos y actitudes con aquéllas. La nostalgia me atrapa e imagino ser yo una de esas chicas.

Saturday, May 9, 2015

Florencia - Milán

No escribí muchas notas mientras estuve de viaje. A pesar de estar inspirada, solo redactaba memorias dentro de mi cabeza. La belleza externa era tanta que solo podía mirar y absorber todo a través de mis ojos. Todo quedaba ahí, en la memoria. No en las manos, no en un papel. De las pocas notas que tengo, comparto aquí una que escribí mientras viaja de regreso a París desde Florencia. Era un viaje muy largo; hacía parada en Milán antes de llegar a Francia. Héla...

2 de abril de 2015. 9:32am. Flor - Milán. He aprendido que la belleza es infinita. Hay que valorar los detalles simples de la vida: el movimiento, el sol, el viento, el olor de los árboles. He aprendido que hay cosas grandes e increíbles, que somos pequeños, y que ser átomos dentro de este universo nos hace grandes a su vez. Es un regalo poder estar en este mundo. Gracias.

Recuerdo el sol anarajando, el calor-frío, todo encima de mi piel, de mi ropa. El olor de los cipreses, el sabor de las olivas, del vino. Todos mis sentidos estuvieron despiertos y felices en esta tierra. Mi lugar favorito fue San Gimignano en la Toscana. La profundidad y exquisito verdor del valle me dejó sin aliento y con lágrimas en el corazón. Este recuerdo me da paz.


Ya sé cómo se siente estar en el tope del mundo y estar expuesta a una sublime inmensidad. Volveré.

Sunday, May 3, 2015

Happy /ˈhæpɪ/ Ja-pi



Una día como hoy, hace exactamente un mes, paseaba por las calles de París. Era el último día de mis vacaciones. Había llegado un 22 de marzo a la ciudad para emprender un viaje de vida y de búsqueda. Quería estar sola, respirar y caminar sola, perderme y encontrar caminos, quizás sorpresas. El objetivo era, como el de todo viajero, supongo, encontrarse a uno mismo, conocerse mejor, poner a prueba los límites propios, vencer miedos. Yo, incrédula, lograba todo eso poco a poco. Y, cada día, sentía cómo algo en mí crecía, una fuerza mágica que no podía retener, la sentía brotar por mis poros; esta energía máxima cuya fuerza emanaba a diario de mis ojos, de mi corazón, la llamo felicidad.

Creo que nunca había sentido tanta felicidad en mi vida durante días y días seguidos. Ahora mismo siento la nostalgia y en mis ojos se quieren avecinar lágrimas...

Así de clichoso sonará, pero el propósito de mi viaje era hacer mi sueño realidad: visitar el Sur de Francia e ir a Florencia, Italia. Antes de comenzar esta aventura, recuerdo que pensarlo me daba nervios pero me llenaba al mismo tiempo de una especie de levedad, y las sonrisas aparecían en mi boca.

La primera experiencia de felicidad extrema la sentí el segundo día de haber llegado. Fue el primer día en que me encaminé sola por la ciudad. Fue mi primer reto, el GRAN reto, realmente. Me alegré mucho poder vencer mi mayor miedo temprano en mi viaje. Lo demás sería más llevadero, menos difícil.

Mi destino era llegar al Louvre. El camino: ir por el Canal San Martín, visitar la patisserie Du Pain et Des Idées para probar su famoso postre Escargot de frutas y tomar el tren en la Gare de L'Est para llegar al Museo.

Fue allí, debajo de la pirámide de cristal del Louvre que sentí la felicidad más genuina y pura que haya sentido en mucho tiempo. Yo quería saltar y abrazar a alguien... Pero estaba sola y estar sola era parte de mi felicidad también.

Lo bonito y mágico de todo era que ese era solo el principio.

Ahora me encuentro de trás de mi computadora recordando aquél tiempo. Suena tan lejano, tan efímero. Me pregunto si debo revelar más y contar toda mi historia... Siento que es como un secreto muy sagrado que le pertecene solo a mi corazón y a mi memoria y debo retenerlo, ser egoísta.

Cuando regresé a la Isla la gente, naturalmente, me preguntaba que cómo la había pasado, que si me quería quedar allá... Ah, esas preguntas retóricas nunca fallan. "Pues sí, claro, por su puesto...me quería quedar, fui feliz, eternamente, experimenté lo más bello y sublime que haya experimentado en mucho tiempo y hablar sobre ello me da nostalgia y tristeza, me da angustia hablar de algo que tuve y ya no tengo en carne, solo en memoria..." Eso quería decirles y que no me preguntaran más...

Creo que estuve verdaderamente deprimida las primeras dos semanas después de haber llegado a PR, a mi trabajo, a mi rutina. El choque entre las culturas, entre mis sentimientos y paisajes me inundó de pena y preguntas... Era feliz allá y ¿por qué acá no me siento igual? ¿Solo se experimenta la felicidad cuando uno viaja, hace sueños realidad? ¿Si allá era feliz y acá no, cómo puedo ser feliz acá? ¿Por qué se experimenta la felicidad solo en momentos y no todo el tiempo? ¿Es la felicidad un golpe de golpes? En fin, ¿qué es la felicidad y por qué no la puedo tener todos los días? Algunas son preguntas retóricas y se pueden explicar por sí solas. Creo que es obvio que sentirse igual todo el tiempo sería aburrido. Es saludable y humano sentirse triste, enojado, furioso. Nos hace vivos.

Y yo estoy viva y llena de corrientes inexplicables, algunas vacías y otras inquietas porque me encuentro en una nueva búsqueda...

Es claro que hay piezas que faltan y quiero descubrirlas. ¿Otro viaje? ¿Otro trabajo? ¿Otra ruta? Ya veremos.