Hoy tuve uno de esos días en los que, a pesar de las circunstancias, todo jugó a mi favor.
Me sentí feliz. Cuando digo feliz me refiero a esa fuerza pura, omnipresente y omnipotente que surge desde lo más profundo del corazón cuando uno experimenta un momento de epifanía, de belleza, o de genuina y sublime nobleza.
Además, por primera vez en mucho tiempo, no me sentí sola... Y el Universo me habló hoy, en Bayamón. ¡...Yo sé!
Mi mañana comenzó a las 9:30am. Me levanté temprano porque tenía que hacer varias diligencias, entre ellas ir al DR., llevar mi carro a cambiarle el aceite y filtro y a verificar un ruidito raro que tenía, quería ir al banco y quería comprarme un traje de baño. Todo en el pueblo del chicharrón porque allí fue donde hice mi vida hasta los 25 años. Nada, que ese es mi barrio y es donde tengo casi todos mis contactos diligentísticos.
Prosigo.
En el DR. todo fluyó.
En el mecánico todo fluyó.
Entré al centro comercial. Estaba en Plaza de Sol. Tenía mucha hambre porque había desayunado poco, pero antes de ir al Food Court paré en Walmart a comprarme unas pastillas para la acidez porque tenía a mi pobre esófago medio abandonado y ardiendo sin sus acostumbradas medicinas.
Cuando estaba en la fila para pagar fue que todo comenzó.
Digo "todo" porque por primera vez en mi vida, o en mucho tiempo, me sentí orgullosa de ser puertorriqueña. Fue un sentimiento bien ajeno a mí pero me gustó.
En Puerto Rico es bien normal estar en una fila y que la persona que tienes al frente o detrás te comience a hablar de cualquier cosa o te cuente su vida entera de sopetón. Pero yo nunca he sido así, hasta hoy. Al frente mío había una señora con dos hijos, una niña de 3 años aproximadamente y un niño de 6 más o menos. Los dos eran bien monos y se estaban portando súper bien (contrario a la mayoría de los niños inquietos). La cosa es que yo nunca he sido un "kid person" tampoco; casi siempre ignoro los niños porque me siento awkward alrededor de ellos. Pero hoy no. Yo los miraba y me sonreía al verlos. Una señora mayor que estaba detrás de mí comentaba cosas sobre los niños y yo, contrario a lo que normalmento hago, ignorar a la gente, decidí virarme para mirarla y sonreirme con ella.
Saturday, January 14, 2017
Saturday, December 31, 2016
Bye, 2016.
Hoy en la tarde estuve archivando papeles, de esos que uno acumula durante todo el año y luego no sabe qué hacer con ellos... No me podía permitir recibir el 2017 con ese reguero y mientras botaba y archivaba me percataba que el 90% de esos papeles eran recibos de todas las veces que visité el hospital este año. Sé que fue un año terrible para muchos, pero para mí el 2016 siempre será el año en que volví a nacer. La vida es frágil y corta y es algo que muchos toman por sentado hasta que nos sorprende la cercanía de la muerte. Por eso, hoy y siempre, brindaré por la salud y por la soledad, sí, por la soledad, porque nunca se está tan solo en la vida como cuando uno está en la incertidumbre de saber si vive o no, y porque en esa soledad conocí la resiliencia, mi mayor virtud hoy día.
Monday, December 26, 2016
2016: muerte/vida
El 2016 será recordado como un nefasto año. Además de los atentados en Bélgica, Francia y Alemania, entre otros países, muchos perdieron a sus ídolos. Dijeron adiós David Bowie, Alan Rickman, Prince y ayer George Michael.
Yo, sin embargo, recordaré el 2016 como el año que me devolvió la Vida.
El 18 de mayo fui diagnosticada en remisión y por siempre recordaré esa fecha como el día de mi segundo nacimiento, quizá del verdadero, porque lo pude experimentar en todo mi ser, con la consciencia despierta...
Estoy segura de que, al igual que las muertes de este año, ocurrieron nacimientos iguales a los míos. Nacimientos de personas comunes que como yo lucharon por un renacer.
Ojalá nos enfocáramos en eso, en la Vida, y en los ídolos que viven a nuestro alrededor, o sea, nuestros padres, amigos y familiares, porque son ellos los que constituyen los verdaderos pilares y los que hacen de la cotidianidad un continuo renacer.
Ojalá.
Yo, sin embargo, recordaré el 2016 como el año que me devolvió la Vida.
El 18 de mayo fui diagnosticada en remisión y por siempre recordaré esa fecha como el día de mi segundo nacimiento, quizá del verdadero, porque lo pude experimentar en todo mi ser, con la consciencia despierta...
Estoy segura de que, al igual que las muertes de este año, ocurrieron nacimientos iguales a los míos. Nacimientos de personas comunes que como yo lucharon por un renacer.
Ojalá nos enfocáramos en eso, en la Vida, y en los ídolos que viven a nuestro alrededor, o sea, nuestros padres, amigos y familiares, porque son ellos los que constituyen los verdaderos pilares y los que hacen de la cotidianidad un continuo renacer.
Ojalá.
Sunday, December 11, 2016
Brownies & Muffins
Otra historia de amor se asomó a mi vida, pero, al igual que todas las demás, vino con una fecha de expiración temprana. Esta duró 336 horas.
Pero fueron perfectas y me las disfruté.
Cuando digo que "fueron perfectas y me las disfruté" quiero decir --realmente-- que me ilusioné y sufrí un chin el abrupto final.
El amor es misterioso y siento que ha estado tomándome el pelo, desde siempre.
Ok, exagero. Pero ya no le creo; ahora pienso que todo es un truco. Porque mira que fueron perfectas esas 336 horas...
Suelto suspiros por doquier en estos momentos. Parecería que fue hace tiempo que sucedió, pero esta historia es tan reciente como un pan acabadito de sacar del horno. Todavía siento ese calorcito en mi corazón, un poco atristado ya, y frustrado.
Por suerte soy una experta levantándome de las caídas de la vida, y más con los obstáculos que me ha puesto el amor. Cada caída ha sido una lección, cada lección un nuevo aprendizaje, cada aprendizaje una guía de "cómo no volverme a equivocar".
Pero esta vez no me he equivocado. Es lo raro de esta pequeña historia. Ha sido una lección totalmente distinta a todas las demás. La misma me hace pensar en un poema cuyo significado creo que nunca descifraré. El poema es de Ocativo Paz y se titula "Aparición":
Si el hombre es polvo
Esos que andan por el llano
Son hombres.
O también me hace pensar en lo que dijo Rainer Maria Rilke:
Be patient toward all that is unsolved in your heart and try to love the questions themselves, like locked rooms and like books that are now written in a very foreign tongue. Do not now seek the answers, which cannot be given you because you would not be able to live them. And the point is, to live everything. Live the questions now. Perhaps you will then gradually, without noticing it, live along some distant day into the answer.
Solo sé algo: Que tengo que hablar con mi corazón para decirle que sea más escéptico todavía, que al final del día es mejor tenerlo todo a tener algo a medias, y que perder es un arte, como dice Elizabeth Bishop:
The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.
Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.
Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.
I lost my mother’s watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.
I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.
—Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.
Pero doy las gracias por esos brownies y muffins que llegaron a mi vida, al paladar de mi corazón. Porque nada llega tarde o temprano, sino justo a tiempo. Solo hay que mantener los ojos del alma abiertos para comprender que hay una razón trascendental de aprendizaje en cada llegada (y en cada partida).
Por eso héme aquí saboreando aún la estancia y esos lindos recuerdos.
------------
Imágenes de: Lisa Congdon, Katherine Streeter y Gilbert Garcin
Pero fueron perfectas y me las disfruté.
Cuando digo que "fueron perfectas y me las disfruté" quiero decir --realmente-- que me ilusioné y sufrí un chin el abrupto final.
El amor es misterioso y siento que ha estado tomándome el pelo, desde siempre.
Ok, exagero. Pero ya no le creo; ahora pienso que todo es un truco. Porque mira que fueron perfectas esas 336 horas...
Suelto suspiros por doquier en estos momentos. Parecería que fue hace tiempo que sucedió, pero esta historia es tan reciente como un pan acabadito de sacar del horno. Todavía siento ese calorcito en mi corazón, un poco atristado ya, y frustrado.
Por suerte soy una experta levantándome de las caídas de la vida, y más con los obstáculos que me ha puesto el amor. Cada caída ha sido una lección, cada lección un nuevo aprendizaje, cada aprendizaje una guía de "cómo no volverme a equivocar".
Pero esta vez no me he equivocado. Es lo raro de esta pequeña historia. Ha sido una lección totalmente distinta a todas las demás. La misma me hace pensar en un poema cuyo significado creo que nunca descifraré. El poema es de Ocativo Paz y se titula "Aparición":
Si el hombre es polvo
Esos que andan por el llano
Son hombres.
O también me hace pensar en lo que dijo Rainer Maria Rilke:
Be patient toward all that is unsolved in your heart and try to love the questions themselves, like locked rooms and like books that are now written in a very foreign tongue. Do not now seek the answers, which cannot be given you because you would not be able to live them. And the point is, to live everything. Live the questions now. Perhaps you will then gradually, without noticing it, live along some distant day into the answer.
Solo sé algo: Que tengo que hablar con mi corazón para decirle que sea más escéptico todavía, que al final del día es mejor tenerlo todo a tener algo a medias, y que perder es un arte, como dice Elizabeth Bishop:
The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.
Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.
Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.
I lost my mother’s watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.
I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.
—Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.
Pero doy las gracias por esos brownies y muffins que llegaron a mi vida, al paladar de mi corazón. Porque nada llega tarde o temprano, sino justo a tiempo. Solo hay que mantener los ojos del alma abiertos para comprender que hay una razón trascendental de aprendizaje en cada llegada (y en cada partida).
Por eso héme aquí saboreando aún la estancia y esos lindos recuerdos.
------------
Imágenes de: Lisa Congdon, Katherine Streeter y Gilbert Garcin
Saturday, November 5, 2016
Mesa para 1: experiencias sobre la soledad
Hace un tiempito chateaba con un chico que me dijo: “que bueno q disfrutas tu soledad, eso es raro these days”. [sic]
Tiene razón, es raro.
La soledad es ese estado ominoso que casi todo el mundo teme. La gente está tan acostumbrada a la socialización y a estar en comunidad que ver a alguien janguiando, comiendo, o haciendo diligencias solo es sinónimo de pena, tristeza o rareza. Y más si eres mujer.
Para mí la soledad siempre ha sido trascendental en mi vida, en especial para mis procesos creativos y de meditación. Pero, luego de mi diagnóstico, tratamiento y sanación del cáncer el año pasado, la soledad cobró otro sentido. Contrario a lo que mucha gente podría pensar, durante esos meses fue cuando más sola quise estar; necesitaba mi espacio para descubrirme y sanar.
En gran sentido, la soledad fue mi aliada, mi compañera, mi paño de lágrimas y mi felicidad. Descubrí que al final del día y de la vida, quien debía estar ahí para mí, era yo misma. Simplemente no quería y no podía depender de nadie. Fui un poco egoísta y entré en una fase de ensimismamiento sublime que me ayudó a ser más fuerte, independiente, poderosa, valiente, en fin, a crecer como ser humano. En cierto sentido, la vida me reveló su secreto, su pura verdad, su sutileza y esencia. Yo agarré ese secreto en mis manos y es el tesoro más grande que guardo en mi corazón.
En mi nueva fase de vida, continúo haciendo mis cosas sola, desde hacer diligencias normales hasta janguiar en brunchs, cenas, shoppings, expos y conciertos conmigo misma. Y, como dice el chico, ha sido raro. No para mí, sino para los demás.
Hace poco fui al Festival Internacional Todo Acústico celebrado en el Parque Luis Muñoz Marín. Estaba en mi carro, abrí la ventana para que una muchacha me cobrara la entrada y me preguntó que “¿cuántos son?”. Bien normal le contesté “una”. Pero, o sea, en mi carro andaba yo sola y era evidente.
Otro día fui a desayunar a un restaurante y me preguntaron “¿mesa para cuántos?”. “Para mí”, contesté. Y me senté en la barra. Estaba sola también aunque esta pregunta es más aceptable que la anterior porque podía darse el caso de que alguien llegara a encontrarse conmigo.
Por otro lado, en varias ocasiones mientras he almorzado sola, algunos compañeros me han dicho “ay, qué haces tú solita ahí”.
Este tipo de comentarios y preguntas me han hecho estar más self conscious sobre mi soledad. Por eso tomo por cumplido lo que me dijo el chico porque, en efecto, estar solo o sola es algo que mucha gente no sabe hacer y mucho menos apreciar.
No obstante, debo decir que la soledad es un arma de doble filo. En el poema “Enamorarse y no”, Mario Benedetti dice:
por el contrario desenamorarse
es ver el cuerpo como es y no
como la otra mirada lo inventaba
es regresar más pobre al viejo enigma
y dar con la tristeza en el espejo.
A veces siento la soledad así, como el desenamoramiento que describe Benedetti en su poema.
Estoy en un nuevo proceso de reconocerme, de averiguar qué hago con el don que me entregó la vida; un don que me aleja y me des-identifica de los demás.
Soy como una estrella fugaz perdida dentro de un océano; o como pez que nada de galaxia en galaxia y se difumina en los agujeros negros.
Lo importante creo que es eso, que soy. Soy. Existo. Y como de costumbre, aunque sola, celebro mi diferencia, mi unicidad estrellada.
*Dedicado a JI.
*Ilustración: Maurice Sendak
Tiene razón, es raro.
La soledad es ese estado ominoso que casi todo el mundo teme. La gente está tan acostumbrada a la socialización y a estar en comunidad que ver a alguien janguiando, comiendo, o haciendo diligencias solo es sinónimo de pena, tristeza o rareza. Y más si eres mujer.
Para mí la soledad siempre ha sido trascendental en mi vida, en especial para mis procesos creativos y de meditación. Pero, luego de mi diagnóstico, tratamiento y sanación del cáncer el año pasado, la soledad cobró otro sentido. Contrario a lo que mucha gente podría pensar, durante esos meses fue cuando más sola quise estar; necesitaba mi espacio para descubrirme y sanar.
En gran sentido, la soledad fue mi aliada, mi compañera, mi paño de lágrimas y mi felicidad. Descubrí que al final del día y de la vida, quien debía estar ahí para mí, era yo misma. Simplemente no quería y no podía depender de nadie. Fui un poco egoísta y entré en una fase de ensimismamiento sublime que me ayudó a ser más fuerte, independiente, poderosa, valiente, en fin, a crecer como ser humano. En cierto sentido, la vida me reveló su secreto, su pura verdad, su sutileza y esencia. Yo agarré ese secreto en mis manos y es el tesoro más grande que guardo en mi corazón.
En mi nueva fase de vida, continúo haciendo mis cosas sola, desde hacer diligencias normales hasta janguiar en brunchs, cenas, shoppings, expos y conciertos conmigo misma. Y, como dice el chico, ha sido raro. No para mí, sino para los demás.
Hace poco fui al Festival Internacional Todo Acústico celebrado en el Parque Luis Muñoz Marín. Estaba en mi carro, abrí la ventana para que una muchacha me cobrara la entrada y me preguntó que “¿cuántos son?”. Bien normal le contesté “una”. Pero, o sea, en mi carro andaba yo sola y era evidente.
Otro día fui a desayunar a un restaurante y me preguntaron “¿mesa para cuántos?”. “Para mí”, contesté. Y me senté en la barra. Estaba sola también aunque esta pregunta es más aceptable que la anterior porque podía darse el caso de que alguien llegara a encontrarse conmigo.
Por otro lado, en varias ocasiones mientras he almorzado sola, algunos compañeros me han dicho “ay, qué haces tú solita ahí”.
Este tipo de comentarios y preguntas me han hecho estar más self conscious sobre mi soledad. Por eso tomo por cumplido lo que me dijo el chico porque, en efecto, estar solo o sola es algo que mucha gente no sabe hacer y mucho menos apreciar.
No obstante, debo decir que la soledad es un arma de doble filo. En el poema “Enamorarse y no”, Mario Benedetti dice:
por el contrario desenamorarse
es ver el cuerpo como es y no
como la otra mirada lo inventaba
es regresar más pobre al viejo enigma
y dar con la tristeza en el espejo.
A veces siento la soledad así, como el desenamoramiento que describe Benedetti en su poema.
Estoy en un nuevo proceso de reconocerme, de averiguar qué hago con el don que me entregó la vida; un don que me aleja y me des-identifica de los demás.
Soy como una estrella fugaz perdida dentro de un océano; o como pez que nada de galaxia en galaxia y se difumina en los agujeros negros.
Lo importante creo que es eso, que soy. Soy. Existo. Y como de costumbre, aunque sola, celebro mi diferencia, mi unicidad estrellada.
*Dedicado a JI.
*Ilustración: Maurice Sendak
Wednesday, August 17, 2016
David
El pasado miércoles 3 de agosto conocí a David.
No conozco su apellido, pero sé que me resultó más enigmático e impresionante que la famosa escultura de Miguel Ángel.
La historia comenzó aproximadamente a las 3pm. Estaba en mi trabajo, abrumada y con ganas de escapar a algún sitio. Sentía una casi-grave-urgencia de comerme algo dulce y de hablar largas horas con alguien. Empecé a pensar en un plan para por la noche y por cosas del destino decidí visitar Libros AC. Necesitaba despejarme y estar rodeada de cosas que amo, como los libros y el café, así que me pareció ideal visitar la librería, un espacio en el que sin duda alguna mi estado de ánimo mejoraría.
Hacía tiempo no iba y aunque pensaba ir sola, terminé yendo con una compañera de trabajo y su hija de 11 años. Desde que nos montamos en el carro, sabía que nos encaminábamos a una pequeña aventura.
Llegamos a las 8pm. Había gente. Había música. Todo apuntaba a que la pasaríamos bien.
Luego de ordernar un café, una mallorca y un baklava, nos sentamos en una mesa al lado de la salida de la librería con vista hacia la calle. Yo estaba más que emocionada. Confieso que, a parte de querer comerme algo dulce, tenía ganas de ver a chicos guapos. Así mismo lo había declarado una hora antes a mi amiga. No sé por qué, ni de dónde vino ese antojo, pero surgió así, de la nada.
Y para mi sorpresa, todo lo que había deseado desde las 3pm, se estaba cumpliendo.
...Pero jamás imaginé...
Mientras esperábamos sentadas, miro hacia la calle. En cámara lenta se acercaba un muchacho de tez blanca, pelo negro, con barba, estatura media-alta, hermoso.
Nuestras miradas se agarraron por varios segundos, se soltaron y se volvieron a juntar cuando entró a librería. Se sentó en la mesa al lado de nosotras, en la silla opuesta a la mía.
"¡Perfecto!", pensé yo mientras sonreía y le decía a mi amiga y a su hija que ese hombre era bello.
Nosotras continuamos la conversación. Nos trajeron la comida. Y en el interín nuestras pupilas seguían sonriéndose la una a la otra, de mesa a mesa.
Luego vino el primer encuentro cercano. Yo estaba viendo libros con la hija de mi amiga. El muchacho también estaba haciendo lo mismo. Decido pararme un poco de trás de él. De repente, se vira y quedamos de frente.
"Hola", me dijo con una sonrisa.
"Hola", le contesté tímida y coquetamente.
Tras el inesperado saludo, el chico se alejó de los libros y regresó a su mesa. "Ya se va", me decía yo.
Me apresuré a pagar un libro y una revista. Mientras la cajera me cobraba decido hacer una movida un poco atrevida para mí y le pregunto: "Oye chica, ese muchacho, ¿él viene mucho aquí?".
"Sí, a cada rato, él hace yoga allá al frente". Me sonrió y por suerte, no me pidió explicaciones.
Casi al mismo tiempo capturé al muchacho buscándome entre los libros; ya que se iba, presumo quería echarme una última mirada. Eso me sorprendió y en ese justo momento supe que todo era real, que yo no era la única sintiendo hormigas en mis manos y mariposas en mi estómago.
La hija de mi amiga estaba viviéndose la película conmigo y me dijo "ahh, tienes que coger yoga allá al frente ahora" y yo le eché el brazo por sus hombros y le dije: "creo que estoy enamorada" y soltamos una carcajada.
Por suerte, el muchacho aún no se había ido. Estaba en el lado de la barra. Yo decido rápidamente quedarme parada al lado de nuestra mesa, convenientemente colocada al lado de la salida. Las estrellas estaban, definitivamente, a mi favor. Yo deseaba verle una vez más, juntar nuestras miradas, así que decidí ponerme mi sweater len-ta-men-te para darle oportunidad a que regresara de la barra y me viera al salir.
En efecto.
Regresaba hacia la salida, hacia mí y nos agarramos por los ojos. "Adiós" me dijo con una sonrisa. Me puse nerviosa y le contesté "Hola". Se fue. Y me senté en la mesa con una sonrisa de oreja a oreja.
Fin de la historia.
(O al menos juré yo).
De repente, aproximadamente 5 segundos después, mi cabeza se giraba con el sonido de una voz. Era él. Había regresado y estaba en nuestra mesa.
(o-m-g!)
"Permiso, tu cara me es bien familiar, ¿te conozco?", dijo.
No puedo creer que vino, no puedo creer que vino, no puedo creer que vino... Esto pensaba antes de contestar "No creo, pero sí, tu cara me es bien familiar". Para mi sorpresa, y ante su cercanía, sentí que de verdad lo conocía de antes. Pero sabía que no.
"Yo soy David, un placer". Y estiró su brazo. Le di mi mano y me presenté con una sonrisa.
"¿Tú vienes mucho aquí?", le pregunté.
"Sí, a cada rato. Yo hago yoga allá al frente", me contestó. Me confirmaba la información que me había dado la cajera.
Entonces, el chico procede a presentarse con mi amiga y su hija. Me llamó la atención que a ellas le dijo su nombre en inglés: Deivid.
Nos miramos. Le dije que hace tiempo yo no venía a la librería, que iba más a menudo antes, que tal vez me había visto hace tiempo.
Hubo un breve silencio y me dijo "pues dame tu apellido para buscarte por Facebook". Todo pasó bien rápido. Tan rápido. Le dije que yo no usaba mi nombre real en Facebook y procedí a escribirlo.
Como si estuviéramos en la época de los 90's, agarré una servilleta y apunté mi seudónimo... y mi número de teléfono... ¿por qué no? Aunque no me lo había pedido, pensé que se lo merecía al haber tenido el valor de venir a nuestra mesa para hablarme. Le di la servilleta y se la quité otra vez para anotarle mi nombre de verdad. Entonces, con una sonrisa, nos despedimos. Y se fue.
Se fue. Y nosotras nos quedamos pasmadas, sonrientes, incrédulas, contentas y, sobre todo yo, impresionada ante la situación.
Esa noche no supe de él. Ni al otro día, ni al siguiente.
Me desilusioné un poco ya que, por la naturaleza de la historia, verdaderamente esperaba que me contactaría en los próximos dos o tres días.
Y nada.
Así que decidí hacer mi movida. El siguiente miércoles, una semana exacta después, visité la librería nuevamente. Esta vez decidí ir sola. No sabía qué esperar, pero no tenía nada que perder. Si lo veía, iba a dejar que las cosas fluyeran. Si se le había perdido la servilleta, suponía que vendría hacia donde mí a contarme, explicarme, decirme...
Pero con los mismos buenos deseos que entré a Libros AC, salí.
David nunca vino.
Tan pronto salí de la librería cerré capítulo. El capítulo. El veintiúnico.
Y así, he dejado las cosas al destino. ¿Quién sabe lo que nos guarda?
Solo sé que fue una linda historia, tan linda...que héla aquí...
No conozco su apellido, pero sé que me resultó más enigmático e impresionante que la famosa escultura de Miguel Ángel.
La historia comenzó aproximadamente a las 3pm. Estaba en mi trabajo, abrumada y con ganas de escapar a algún sitio. Sentía una casi-grave-urgencia de comerme algo dulce y de hablar largas horas con alguien. Empecé a pensar en un plan para por la noche y por cosas del destino decidí visitar Libros AC. Necesitaba despejarme y estar rodeada de cosas que amo, como los libros y el café, así que me pareció ideal visitar la librería, un espacio en el que sin duda alguna mi estado de ánimo mejoraría.
Hacía tiempo no iba y aunque pensaba ir sola, terminé yendo con una compañera de trabajo y su hija de 11 años. Desde que nos montamos en el carro, sabía que nos encaminábamos a una pequeña aventura.
Llegamos a las 8pm. Había gente. Había música. Todo apuntaba a que la pasaríamos bien.
Luego de ordernar un café, una mallorca y un baklava, nos sentamos en una mesa al lado de la salida de la librería con vista hacia la calle. Yo estaba más que emocionada. Confieso que, a parte de querer comerme algo dulce, tenía ganas de ver a chicos guapos. Así mismo lo había declarado una hora antes a mi amiga. No sé por qué, ni de dónde vino ese antojo, pero surgió así, de la nada.
Y para mi sorpresa, todo lo que había deseado desde las 3pm, se estaba cumpliendo.
...Pero jamás imaginé...
Mientras esperábamos sentadas, miro hacia la calle. En cámara lenta se acercaba un muchacho de tez blanca, pelo negro, con barba, estatura media-alta, hermoso.
Nuestras miradas se agarraron por varios segundos, se soltaron y se volvieron a juntar cuando entró a librería. Se sentó en la mesa al lado de nosotras, en la silla opuesta a la mía.
"¡Perfecto!", pensé yo mientras sonreía y le decía a mi amiga y a su hija que ese hombre era bello.
Nosotras continuamos la conversación. Nos trajeron la comida. Y en el interín nuestras pupilas seguían sonriéndose la una a la otra, de mesa a mesa.
Luego vino el primer encuentro cercano. Yo estaba viendo libros con la hija de mi amiga. El muchacho también estaba haciendo lo mismo. Decido pararme un poco de trás de él. De repente, se vira y quedamos de frente.
"Hola", me dijo con una sonrisa.
"Hola", le contesté tímida y coquetamente.
Tras el inesperado saludo, el chico se alejó de los libros y regresó a su mesa. "Ya se va", me decía yo.
Me apresuré a pagar un libro y una revista. Mientras la cajera me cobraba decido hacer una movida un poco atrevida para mí y le pregunto: "Oye chica, ese muchacho, ¿él viene mucho aquí?".
"Sí, a cada rato, él hace yoga allá al frente". Me sonrió y por suerte, no me pidió explicaciones.
Casi al mismo tiempo capturé al muchacho buscándome entre los libros; ya que se iba, presumo quería echarme una última mirada. Eso me sorprendió y en ese justo momento supe que todo era real, que yo no era la única sintiendo hormigas en mis manos y mariposas en mi estómago.
La hija de mi amiga estaba viviéndose la película conmigo y me dijo "ahh, tienes que coger yoga allá al frente ahora" y yo le eché el brazo por sus hombros y le dije: "creo que estoy enamorada" y soltamos una carcajada.
Por suerte, el muchacho aún no se había ido. Estaba en el lado de la barra. Yo decido rápidamente quedarme parada al lado de nuestra mesa, convenientemente colocada al lado de la salida. Las estrellas estaban, definitivamente, a mi favor. Yo deseaba verle una vez más, juntar nuestras miradas, así que decidí ponerme mi sweater len-ta-men-te para darle oportunidad a que regresara de la barra y me viera al salir.
En efecto.
Regresaba hacia la salida, hacia mí y nos agarramos por los ojos. "Adiós" me dijo con una sonrisa. Me puse nerviosa y le contesté "Hola". Se fue. Y me senté en la mesa con una sonrisa de oreja a oreja.
Fin de la historia.
(O al menos juré yo).
De repente, aproximadamente 5 segundos después, mi cabeza se giraba con el sonido de una voz. Era él. Había regresado y estaba en nuestra mesa.
(o-m-g!)
"Permiso, tu cara me es bien familiar, ¿te conozco?", dijo.
No puedo creer que vino, no puedo creer que vino, no puedo creer que vino... Esto pensaba antes de contestar "No creo, pero sí, tu cara me es bien familiar". Para mi sorpresa, y ante su cercanía, sentí que de verdad lo conocía de antes. Pero sabía que no.
"Yo soy David, un placer". Y estiró su brazo. Le di mi mano y me presenté con una sonrisa.
"¿Tú vienes mucho aquí?", le pregunté.
"Sí, a cada rato. Yo hago yoga allá al frente", me contestó. Me confirmaba la información que me había dado la cajera.
Entonces, el chico procede a presentarse con mi amiga y su hija. Me llamó la atención que a ellas le dijo su nombre en inglés: Deivid.
Nos miramos. Le dije que hace tiempo yo no venía a la librería, que iba más a menudo antes, que tal vez me había visto hace tiempo.
Hubo un breve silencio y me dijo "pues dame tu apellido para buscarte por Facebook". Todo pasó bien rápido. Tan rápido. Le dije que yo no usaba mi nombre real en Facebook y procedí a escribirlo.
Como si estuviéramos en la época de los 90's, agarré una servilleta y apunté mi seudónimo... y mi número de teléfono... ¿por qué no? Aunque no me lo había pedido, pensé que se lo merecía al haber tenido el valor de venir a nuestra mesa para hablarme. Le di la servilleta y se la quité otra vez para anotarle mi nombre de verdad. Entonces, con una sonrisa, nos despedimos. Y se fue.
Se fue. Y nosotras nos quedamos pasmadas, sonrientes, incrédulas, contentas y, sobre todo yo, impresionada ante la situación.
Esa noche no supe de él. Ni al otro día, ni al siguiente.
Me desilusioné un poco ya que, por la naturaleza de la historia, verdaderamente esperaba que me contactaría en los próximos dos o tres días.
Y nada.
Así que decidí hacer mi movida. El siguiente miércoles, una semana exacta después, visité la librería nuevamente. Esta vez decidí ir sola. No sabía qué esperar, pero no tenía nada que perder. Si lo veía, iba a dejar que las cosas fluyeran. Si se le había perdido la servilleta, suponía que vendría hacia donde mí a contarme, explicarme, decirme...
Pero con los mismos buenos deseos que entré a Libros AC, salí.
David nunca vino.
Tan pronto salí de la librería cerré capítulo. El capítulo. El veintiúnico.
Y así, he dejado las cosas al destino. ¿Quién sabe lo que nos guarda?
Solo sé que fue una linda historia, tan linda...que héla aquí...
Sunday, August 14, 2016
"Soy un alien"
Ayer fue un día bien emocionante para Puerto Rico.
Excepto para mí.
Un solo nombre y apellido acaparó las redes sociales. Todo el mundo, pero absolutamente todo el mundo, hablaba de Mónica Puig.
Excepto yo.
"Soy un alien", pensaba mientras estaba en la fila de súpermercado durante la noche luego del partido.
Si hay algo que une a este país es el deporte. Desde siempre, la gente forma algarabías y celebra en grande las victorias de los deportistas puertorriqueños.
Eso está bien, pienso. Pero toda la felicidad colectiva que se sentía ayer de parte del pueblo puertorriqueño, yo no la sentía.
Esto me hizo reflexionar nuevamente sobre mi Otredad; en este país me siento cada vez más extraña. Estaba un poco molesta y no podía evitar pensaba: "Ojalá la gente celebrara las simples cosas de la vida con la misma contentura y frensí con que celebran las victorias del deporte".
Pero supongo que cada cual celebra lo que le hace feliz. Y ciertamente soy consciente de que ayer fue un día bien importante para Puerto Rico. La gente necesitaba ese gustito en sus corazones.
Yo no.
Yo necesito otras cosas que me llenen... Como los libros, las flores, los viajes, el café, la literatura, el francés y la poesía. Y eso también está bien. La felicidad es así de extraña.
Lo importante es que, bueno sí, seré un alien, pero un alien feliz.
Y, más importante aún: ojalá la gente supiera apreciar las pequeñas-grandes victorias diarias, como levantarse cada mañana, respirar, beber café, ir al trabajo, ver la naturaleza, entre otras cositas.
Fíjese, de verdad. Y sea igual de feliz por usted que como lo fue por Mónica.
Excepto para mí.
Un solo nombre y apellido acaparó las redes sociales. Todo el mundo, pero absolutamente todo el mundo, hablaba de Mónica Puig.
Excepto yo.
"Soy un alien", pensaba mientras estaba en la fila de súpermercado durante la noche luego del partido.
Si hay algo que une a este país es el deporte. Desde siempre, la gente forma algarabías y celebra en grande las victorias de los deportistas puertorriqueños.
Eso está bien, pienso. Pero toda la felicidad colectiva que se sentía ayer de parte del pueblo puertorriqueño, yo no la sentía.
Esto me hizo reflexionar nuevamente sobre mi Otredad; en este país me siento cada vez más extraña. Estaba un poco molesta y no podía evitar pensaba: "Ojalá la gente celebrara las simples cosas de la vida con la misma contentura y frensí con que celebran las victorias del deporte".
Pero supongo que cada cual celebra lo que le hace feliz. Y ciertamente soy consciente de que ayer fue un día bien importante para Puerto Rico. La gente necesitaba ese gustito en sus corazones.
Yo no.
Yo necesito otras cosas que me llenen... Como los libros, las flores, los viajes, el café, la literatura, el francés y la poesía. Y eso también está bien. La felicidad es así de extraña.
Lo importante es que, bueno sí, seré un alien, pero un alien feliz.
Y, más importante aún: ojalá la gente supiera apreciar las pequeñas-grandes victorias diarias, como levantarse cada mañana, respirar, beber café, ir al trabajo, ver la naturaleza, entre otras cositas.
Fíjese, de verdad. Y sea igual de feliz por usted que como lo fue por Mónica.
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